—¿Cómo conoció personalmente a Patricio Aylwin?
—Yo era miembro de la directiva de la Juventud DC y, por tanto, no tenía una relación cercana con el mundo adulto. Estuve más cerca de él cuando asumió la presidencia del partido y el diálogo con el Presidente Allende bajo la convocatoria del cardenal Silva Henríquez. Recuerdo una asamblea en el auditorio del partido, en que don Patricio entregaba un informe a dirigentes territoriales, donde algunos no eran partidarios del diálogo, pues denunciaban el sectarismo de la UP y de las JAP en la entrega de los alimentos en poblaciones. Hubo algunas tensiones y varios dirigentes juveniles nos pusimos delante de la testera para expresar nuestro respaldo a don Patricio. Desde ese día, la relación con él se fue estrechando progresivamente.
—Un debate constante en la política chilena es hasta qué punto Aylwin, como presidente de la DC, no evitó el golpe.
—Don Patricio no fue jamás partidario del golpe. Eso, taxativamente. Jamás aceptó ese planteamiento, y en una ocasión expulsó de su oficina a alguien que lo planteó como una posibilidad. El ánimo golpista fue rechazado antes, durante y después. Si algo define a la DC y a don Patricio es ser siempre demócrata: durante la UP, la dictadura y siempre. Frente a todo dictador, en Chile, en Corea del Norte y en Cuba. Tampoco compartió las dudas de lado y lado, de los que hablaban de democracia protegida o de quienes criticaban la democracia calificándola de burguesa. Esos eran los contextos. Nosotros, en la convicción democrática y en los derechos humanos hemos sido siempre inflexibles.
—¿Y por qué la crítica a la DC?
—Don Pato era presidente del partido y la DC era oposición al gobierno. Algunos han pretendido darle otras interpretaciones indebidas a esa decisión política. Pero eso es un análisis de la historia, lo claro es que don Patricio participó en todas las instancias de diálogo y se jugó por este permanentemente. Así, esperó expectante el discurso del Presidente Allende, donde se anunciaría la aceptación de la propuesta de plebiscito para dirimir el conflicto existente. Discurso que se suspendió sorpresivamente.
—¿Qué le contaba él de ese período?
—Estas cosas las tiene redactadas don Patricio, ahí tendremos una versión más fidedigna del tema. Yo puedo dar mi interpretación de lo que pasaba. El diálogo en casa del cardenal no era tan difícil y la necesidad de definir una salida como el plebiscito parecía como posible. Pero se salía de la casa del arzobispo y la práctica de inmediato era distinta, y al día siguiente, más que distinta, y por tanto, cíclicamente se volvía a fojas cero en un ambiente cada vez más polarizado. La UP no era una coalición fácil. El libro de Eduardo Cerda publicado hace poco es rico en el relato de esos días.
—Pero él después dejó la presidencia del partido y se dedicó a su oficina privada de abogados. A usted se le señala como quien fue a buscarlo a su casa para que aceptase ser candidato a la Presidencia, a fines de los 80.
—Él dejó la presidencia del partido en 1976, siguió Andrés (Zaldívar) y luego Gabriel Valdés, respaldado, entre otros, por don Patricio. Varios años después, un grupo de jóvenes fuimos a hablar con él. Le dijimos que a nuestro juicio era la persona que reunía las condiciones para hacerse cargo del liderazgo del partido con miras a la transición, la recuperación de la democracia y una candidatura presidencial. Hubo muchas conversaciones.
—¿Cree que él se sentía frustrado tras lo ocurrido durante la UP?
—Fundamentalmente, él pensaba que había terminado un ciclo y no tenía ambición presidencial.
—¿Y cuáles fueron los argumentos para convencerlo?
—A nuestro juicio le daba mucha solvencia a una candidatura, por su permanente consecuencia democrática. Esto, en la lógica de que la DC no había cambiado de posición, sino que había estado defendiendo las tesis democráticas en todo tiempo y lugar, y eso le daba una impronta y legitimidad ante la ciudadanía. Y por su personalidad afable, capaz de articular acuerdos, pluralista en su forma de ser. Tenía desde un punto de vista histórico relaciones con el mundo socialista, con Clodomiro Almeyda y otros, tenía esas condiciones y capacidad que permitían aunar voluntades más allá de nosotros. Era un jurista, con experiencia en los temas de Estado, y tenía liderazgo para encabezar a la oposición.
—¿Hay algún episodio desconocido de esa época?
—No puedo citar los personajes, porque no estoy autorizado. En un minuto vinieron dos dirigentes de derecha muy significativos, uno de ellos hasta el día de hoy, a plantear que él podía ser candidato a Presidente en una fórmula distinta a la que estábamos comenzando a configurar como Concertación. Don Patricio caballerosamente les indico porque eso no podía ser.
—La condición, me imagino, era separarse del socialismo.
—No, se avanzó en el sentido de la propuesta, porque en el mismo momento en que se hizo el planteamiento, la respuesta de don Patricio fue clara y la cosa terminó allí.
—¿Qué sello rescata de Aylwin?
—La mayor virtud es su practica de una política comunitaria. Además, era siempre muy leal con su gente. La importancia del valor del pluralismo lo tenía siempre presente. Trabajaba en equipo y, por tanto, exento de ese individualismo que tanto daño le hace a la política. En el partido, en el comando del No y en el Gobierno siempre trabajó así, y eso significaba darles juego y facultades a otros. Lo que hizo con Boeninger, Correa, Krauss, Cumplido, Foxley, Ominami, Soledad y tantos otros.
—¿Cómo se expresaba eso?
—Un ejemplo al canto. Él cambió varios candidatos a parlamentarios de la DC y designó a personeros de otros partidos de la Concertación. Eso era entender el sentido de un arco iris y de una verdadera coalición.
—¿Lo ayudó usted a formar el gabinete?
—No. Como Presidente electo, se fue a la casa de un amigo común en las afueras de Santiago, y ahí se instaló a tomar sus decisiones, las que fueron enteramente personales. Supo ponerle rostros al arco iris, integrar capacidad política y técnica, relevar distintas generaciones y consolidar un gabinete con un sentido de misión colectiva superior.
—¿Le ofreció un cargo a usted?
—Me invitó a que lo acompañara en el gobierno. Yo le pedí que me entendiera, que tenía una vocación por el tema parlamentario y que desde ahí pensaba que podía ayudar. Creo que él entendió mi respuesta.
—¿Hay algo que, cree usted, le haya faltado a su gobierno?
— Era una transición y los desafíos eran múltiples. Se logró lo principal y bien: pasar de la dictadura a la democracia en paz. Se generó una nueva política económica y social, distinta de la neoliberal, exitosa en crecimiento y en equidad. Quizás podríamos haber avanzado hacia un régimen semipresidencial.
—¿Cómo fue su relación posterior con él?
—Siempre de entera y total confianza personal y familiar. En mi casa tenemos una foto donde se ve a don Patricio el día siguiente de la elección, subiendo el cerro San Cristóbal, rodeado de sus nietos y con ellos mis hijos. Hay una relación familiar. Don Patricio venía a casi todas las actividades de extensión que se hacen en la Universidad. El día del funeral de mi padre, por supuesto que también me acompañó.
—¿Es Usted el DC más cercano?
—Creo que son muchos los cercanos. En lo personal, he estado enteramente ligado a él durante décadas. Lo admiro profundamente y me siento muy cercano. Él ha sido un político admirable.
ElMercurio. Patricio Aylwin Azócar 1918-2016. Edición digital descargar entrevista