La génesis del pensamiento político y social de la democracia cristiana, tiene como uno de sus orígenes principales a la encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891). El moderno documento pontificio condenó igualmente al capitalismo vigente y a la revolución socialista amenazante. A partir de entonces, comienzan a proliferar sindicatos católicos y cristianos especialmente en los sectores urbanos industriales, que compiten con las organizaciones obreras de orientación marxista, sindicalista y anarquista.

En Latinoamérica se hicieron intentos anteriores a la segunda guerra mundial para formar partidos democráticos, de inspiración evangélica, cuyos resultados fueron limitados, pues eran fenómenos bastante desconocidos, pero que fueron los precursores de este movimiento político regional. Las corrientes sociales tempranas de inspiración cristiana eran movimientos de trabajadores o círculos de estudios que se forjaron desde principios del Siglo XX. Ejemplo de aquello es la Unión Democrática Cristiana (1904) en Uruguay y la Liga Democrática Cristiana (1902) fundada por el Padre Grotte en la Argentina.

En el escenario de crisis de las democracias occidentales de la entre guerra, con partidos conservadores y liberales agotados y con el acecho del peligro fascista, nazista y comunista, comienzan a gestarse en Europa y América Latina, nuevas formaciones políticas, inspirados en el pensamiento social de la Iglesia, y en las contribuciones de pensadores europeos y latinoamericanos, que relacionan el cristianismo con la democracia.

A partir de la segunda década del Siglo XX, la inclinación de los humanistas cristianos, especialmente de los más jóvenes, fue agruparse en nuevos partidos políticos. Entre sus características se encuentra su fuerte inspiración cristiana, el rechazo a la política tradicional y la aspiración de modificar el orden social.

En palabras de Jaime Castillo Velasco: “… la democracia cristiana es un movimiento político situado dentro de un cuadro histórico preciso. Su vigencia y radio de acción se despliegan en el curso de la época que vivimos. La DC nace y vive en el medio ideológico – social que arranca en los comienzos de la segunda mitad del siglo XIX”, es decir, “… hablamos de un hecho político contemporáneo y no de una historia general de las ideas cristianas”.

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